Al menos 52 personas murieron este lunes en la Franja de Gaza tras una nueva serie de ataques israelíes, según informaron autoridades sanitarias locales. Treinta y seis de las víctimas fallecieron mientras dormían en una escuela utilizada como refugio, que fue alcanzada por bombardeos y cuyos interiores ardieron con las pertenencias de sus ocupantes. El Ejército israelí afirmó que en el lugar operaban milicianos de Hamás.
Este nuevo episodio se produce en medio de una renovada ofensiva militar israelí que comenzó en marzo, tras el colapso del alto el fuego con Hamás. El gobierno de Israel ha reiterado su intención de desmantelar a Hamás, recuperar a los 58 rehenes restantes —un tercio de los cuales se presume vivos— y establecer un control total sobre Gaza.
Tras dos meses y medio de bloqueo completo al ingreso de alimentos, medicinas y combustible, Israel permitió la semana pasada el paso limitado de ayuda humanitaria. Sin embargo, organizaciones humanitarias alertan sobre el riesgo de hambruna, y aseguran que la asistencia es insuficiente para cubrir las crecientes necesidades de la población, desplazada en más del 90 %.
Un nuevo sistema de distribución de ayuda, respaldado por Estados Unidos e Israel pero rechazado por agencias de la ONU y ONGs, comenzó a operar este lunes. El proyecto ha sido criticado por violar principios humanitarios, al estar gestionado por una de las partes del conflicto, y por potencialmente fomentar desplazamientos forzados.
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El grupo encargado del sistema enfrenta una crisis interna tras la renuncia de su líder, el estadounidense Jake Wood, quien declaró que la fundación “no puede operar de forma independiente”. El financiamiento del grupo sigue sin aclararse. Aun así, anunciaron que la ayuda llegará a un millón de personas antes de fin de semana, aproximadamente la mitad de la población gazatí.
Hamás advirtió a los ciudadanos palestinos que no colaboren con el nuevo sistema, alegando que forma parte de un plan israelí para facilitar la “migración voluntaria” de la población de Gaza, una propuesta rechazada ampliamente por la comunidad internacional y los propios palestinos.
Mientras tanto, Israel ha sostenido que Hamás desvía ayuda humanitaria, aunque hasta la fecha no ha presentado pruebas concluyentes que respalden esta afirmación.
La ofensiva israelí ha dejado barrios enteros inhabitables en Gaza, con miles de familias viviendo en campamentos improvisados y escuelas convertidas en refugios. Según el Ministerio de Salud de Gaza, los ataques han dejado alrededor de 54.000 muertos, más de la mitad de ellos mujeres y niños, aunque el organismo no distingue entre civiles y combatientes.
En un evento paralelo, manifestantes ultranacionalistas israelíes marcharon este lunes en Jerusalén para conmemorar la captura del sector oriental de la ciudad en 1967. Algunos corearon lemas racistas como “muerte a los árabes” y acosaron a residentes palestinos.
Un pequeño grupo, incluyendo a un parlamentario, irrumpió en un complejo de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, el cual ha permanecido prácticamente vacío desde enero por razones de seguridad. La ONU recordó que el recinto sigue protegido por el derecho internacional, pese a que Israel declaró ilegal la agencia en su territorio.
No hubo reacción inmediata por parte de la policía israelí.
La guerra en Gaza comenzó el 7 de octubre de 2023, cuando milicianos liderados por Hamás mataron a unas 1.200 personas y secuestraron a 251 en territorio israelí. Desde entonces, más de la mitad de los rehenes han sido liberados, ocho han sido rescatados y decenas de cuerpos recuperados por las fuerzas israelíes.
AP
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